Conceptos sobre el culturismo

Cualquiera que tenga un mínimo de experiencia en el entrenamiento con pesas sabe que el culturismo es la más inexacta de las ciencias, si ciencia puede llamársele al fin y al cabo. Tal como expondremos con mayor detalle más adelante, no hay dos personas que reaccionen igual al mismo estímulo ni a la misma dieta, ni siquiera hay una misma persona que lo haga en periodos distintos de su carrera deportiva.


El culturismo de competición, tal y como está planteado en la actualidad, es a la larga un callejón sin salida. Los cuerpos masivos que muestran las revistas habituales no son posibles sin un impresionante arsenal farmacéutico que va desde las inocuas vitaminas y minerales hasta los nocivos esteroides y hormona del crecimiento.



El ideal de salud física y mental, una de las motivaciones fundamentales de toda práctica deportiva, queda traicionado en la búsqueda obsesiva de un superorganismo.



El culturista fuerza su metabolismo hasta el extremo y actúa químicamente sobre uno de los sistemas más complejos e impredecibles de nuestra fisiología: el hormonal. Nunca se libra de un tipo u otro de secuelas pero, si durante un tiempo logra prosperar, ello se debe a una poderosa resistencia genética, a un buen asesoramiento médico y a grandes inversiones en fármacos y alimentación. La paradoja es que el espejismo de salud que logra crear se convierte para muchos, por su propia naturaleza espectacular, en motivación para una salutífera práctica deportiva.



El culturismo de élite es el emblemático, pero no el esencial. Y para poder resituar el culturismo, tan importante como responder a las críticas anteriores, es comprender las grandes limitaciones del mismo.

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